30 de julio de 2015

Sin rumbo


Debes tomar una decisión inminente, posiblemente te cambie la vida. Y ahí te encuentras, vagando sin rumbo, indecisa, temerosa, dudando qué camino tomar, preguntándote cuál será el adecuado. 

Tu inseguridad es la sombra que acompaña tus pasos, cuanto más caminas por los senderos de la vida, mayor es la negrura que te persigue. Es inservible que frenes, sabes que si giras hacia tu espalda, va a estar ahí, no dejará de acosarte.


El mundo quizá se haya detenido o es probable que  las manecillas del reloj avancen a un ritmo vertiginoso. Sin embargo, no tienes noción  del tiempo, lo perdiste en el trayecto. Pero percibes una sensación flotando en tu pecho,  pronto llegará el momento y no podrás echarte atrás. 
"Tendré que afrontarlo, intrépida" 
(Te dices a ti misma, procurando auto-insuflarte valor)


Miras a la izquierda, el camino liso, llano, cercano,  sin zonas pedregosas,  sin complicaciones. ¿Demasiado fácil? No te atreves.

Oteas a lo lejos, a tu derecha, el camino con curvas, despeñado, con acantilados, pendientes y cuestas pronunciadas. ¿Demasiado esfuerzo? Tampoco te atreves.

La extenuación se apodera de todos los músculos de tu cuerpo, prefieres sentarte. No quieres equivocarte, hay que meditarlo mejor. Esa indecisión continúa ejerciendo su papel. Y cada vez está todo más y más borroso.

¿Y si alguien te dijera que puedes seguir caminando derecho? 
¿Que no es necesario desviarse? 

Puede que lo desconozcas. Escúchame:

¡¡Continúa, sigue adelante!! 

*********************************************************************************

Los caminos terminan en el mismo lugar, lo que los hace valederos son las personas que te acompañan en cada paso, que te guían con su luz. 




No te sientas perdida. Y en caso de que así sea, te regalo mi brújula. 




Recuerda que no importa donde estés, siempre marcará el norte, y aquí estaré esperándote, dispuesta a caminar de tu mano.


29 de julio de 2015

Atrapada en el mismo lugar



Me despierto sobresaltada. Respiro acelerada, intento coger grandes bocanadas de aire pero no es suficiente. 
Las sábanas están revueltas y empapadas en sudor. Intento recordar qué ha pasado, desorientada, confusa.  Coloco mis dos manos sobre mi corazón, como si de esa manera pudiera frenar el dolor que siento. Cierro los ojos, comienzo a recordar, y lo veo todo nítido.

NO, OTRA VEZ NO.

Te eliminé de mi vida, borré todos tus recuerdos. Decidí apartarte hacia un rinconcito de mi cerebro llamado OLVIDO.
 Y aún así, te asomas cual fantasma, en el momento más inoportuno, asustándome, reptando por mis piernas poco a poco hasta llegar a mi cuello. Consigues asfixiarme enredándote en mi piel, en mi propio hogar. Es curioso, terminé asfixiándome de tenerte tan cerca, y a pesar de lo ocurrido, aún te siento en la distancia.

¿Por qué mi subconsciente no resetea y te elimina definitivamente del historial de mi vida?

Debería acudir a un psicólogo, explicarle lo que me consume y que me facilite alguna pauta. No puedo permitirme que esto vuelva a ocurrir.

Fui fuerte, y con todo mi arrojo y mi valentía te abandoné. Seguir a tu lado un segundo más de mi vida sería un desperdicio, y ya había derrochado bastante. 

Te prometo que nunca te recuerdo, nunca. Hay cosas que es mejor enterrarlas en el pasado y no dejarlas volver a florecer, como tú, eterna flor marchita y ajada.

¿Con qué derecho irrumpes en mi intimidad?
Siempre de la misma manera. Nos reencontramos, aunque nos sentimos desconocidos, quizá porque nos hemos ido madurando, cada uno en su frutero. Me sonríes, olvido todo lo malo que me hiciste, consigues que te vuelva a amar, y cual mar bravo, arrasas con mi mundo, destruyéndolo, dejándome asolada. 

Y así despierto, atrapada en el mismo lugar, en el mismo entorno, con lágrimas anegándome los ojos, herida, lastimada, y con inconmensurable rabia contenida.

NO, OTRA VEZ NO.

Desaparece de mis sueños.



28 de julio de 2015

"TODA LA VERDAD SOBRE LAS MENTIRAS" (José Antonio Palomares)


JOSÉ ANTONIO PALOMARES
Editorial: Plaza Janés
Nº páginas: 363
PVP: 17,90 €



Toda la verdad sobre las mentiras es una novela basada en una familia de clase media-baja (o baja tirando a media), contada desde el punto de vista del hermano mayor, con una madre discreta y amorosa, un padre con aficiones dudosas, y un hermano pequeño que chincha y a la vez protege.

A mí me ha emocionado, me ha hecho reír y me ha hecho llorar.  Me he sumergido en los recuerdos del personaje y en los míos propios, evocando una infancia, que yo califico como "de las de verdad". Aquellas de jugar a las chapas, de jugar en equipo, de tener un AMIGO. Donde lo más importante era (y es) el valor y respeto por la familia, de las vacaciones en el pueblo, de las cartas escritas en papel (sí, sí, con su sello, su sobre, su folio...) .... 
He sentido verdadera nostalgia por los años pasados. También auténtica tristeza de valorar, ahora desde la perspectiva de adulta, el gran salto de niño a mayor del protagonista principal, en el que intenta seguir adornado la realidad porque con imaginación hay cosas que son más fáciles de asimilar, hasta que se siente "menos niño" y  afronta con valor los obstáculos que la vida le interpone con valor, aunque parte de ellos ni siquiera los comprenda.


Una gran enseñanza.


Os invito a leerla directamente para ver hacia qué lugar de vuestra infancia os transporta.

26 de julio de 2015

LadyDrama

No todos los cuentos de hadas y princesas terminan de la misma manera.

LadyDrama era una princesa que vivía en un castillo con su padre, LordFaith, y su madre, LadyTorment. Se pasaba el día en su habitación, aburrida, esperando junto a la ventana a que apareciera un príncipe apuesto que se enamorara de ella y se fueran juntos a vivir a su palacio. 


Todos los días seguía el mismo ritual. Se levantaba tarde y perezosa, desayunaba lentamente, y pasaba horas peinando sus cabellos rubios en grandes tirabuzones. Se ponía rubor en las mejillas y carmín en los labios, se perfumaba, y se ponía su mejor vestido. Y esperaba....

Se pasaba la mayor parte del día suspirando. Se sentía triste, sola y desdichada, porque nadie iba en su busca y ella quería enamorarse.

LadyFaith, muy preocupado por su hijita, hablaba con ella e intentaba hacerle razonar:

- Hija, el día que menos lo esperes, aparecerá un príncipe pidiendo tu mano, os enamoraréis y seréis felices para siempre.
- Pero papá, me aburro. Me paso el día encerrada en casa, esperando. Yo quiero que venga un príncipe ya. Que se enamore de mí y me lleve lejos de aquí -contestó a su padre.
- Cariño, quizá ese príncipe tarde en llegar. Has de ser paciente.

Y LadyDrama respondió:

- No. Lo quiero ya. Estoy harta de estar aburrida.

Siguieron pasando los días, y la situación no cambiaba, así que para matar el tiempo, la princesa decidió jugar todas las tardes con sus muñecas.

Por fin un día, harta de acicalarse y esperar, salió a dar un paseo alrededor de su castillo. De pronto oyó unos cascos, ¿era un caballo?. Y de repente un apuesto príncipe apareció a su lado, se bajó de su caballo y comenzó a acercarse a ella. Él tenía un brillo perverso en su mirada, pero comenzó a enredar sus dedos en los tirabuzones de ella, y a regalarle los oídos con palabras bonitas.

¡Qué feliz estaba! Por fin alguien se había enamorado de ella. LordFaith y LadyTorment no estaban de acuerdo, conocían al príncipe y sabían que no era trigo limpio. Pero LadyDrama no les escuchó, abandonó el castillo, abandonando a sus padres y sus muñecas sin mirar atrás. 

LadyTorment lloraba todos los días pensando en su hija y LordFaith no volvió nunca a sonreír. Tras dos o tres años de penuria, decidieron irse a otra ciudad, dejando su castillo vacío. Las muñecas se las llevaron consigo en su largo viaje.

Días más tarde, LadyDrama, triste y desolada, decidió volver a su Castillo. Sus padres tenían razón, el príncipe era muy malo y ella había sido tan inocente.... 

Cuando ella regresó, ya no había nadie. 

Entonces se aburrió de verdad durante el resto de sus días, y aprendió la diferencia entre la verdadera  soledad y un simple capricho.

24 de julio de 2015

Escaparé de ti (Parte II)




Avancé con la espalda pegada a la pared, restregando mi cuerpo hecho jirones por la fachada. No quería mirar hacia atrás por si me encontraba con tus ojos. Continué sigilosa, durante unos metros. Se iba aproximando el final del edificio que estaba rodeando, y por consiguiente, saldría airosa de la plaza. Eso es lo que me obligaba a pensar a mí misma.

Algo captó mi atención debajo de uno de los soportales, por mi lado derecho. Una pareja de jóvenes estaba besándose fervientemente mientras se acariciaban con mucho mimo y delicadeza. Intenté hablarles, pero mi garganta no emitió sonido alguno. Así que fui aproximándome, lentamente. Al llegar a su altura, estiré mi mano todo lo que mi brazo dio de sí. Intenté rozar al chico, que permanecía de espaldas. La chica me vio, abrió los ojos desorbitados, y lo vi... temor, me temía a mí. Intenté explicarle con mi mirada que necesitaba ayuda, que no les haría ningún daño, pero no me entendió. Se separó unos centímetros de él, y comenzó a gritar despavorida. El chico se volvió, y con un paraguas rojo, que llevaba en la mano izquierda, sin pensarlo, se giró y me golpeó en las piernas. Sentí el golpe como un mazazo. Caí al suelo, aún apretándome el abdomen. Mis ojos seguían abiertos de par en par, en permanente alerta. Los vi alejarse corriendo. Ni siquiera se giraron hacia mí.

Debí de perder el conocimiento. Me desperté con un dolor inexplicable en el cuello, quizá por la tensión acumulada del momento. De pronto mi cerebro reaccionó, desconozco si por algún estímulo o por mi afán de sobrevivir. Tenía que incorporarme, estaba convencida de que habrías oído su grito y vendrías hacia mí. Lo sentí, lo supe. Apoyando todo el peso de mi cuerpo en mi mano izquierda conseguí despegar mi torso del suelo, pero continuaba sangrando, y el dolor se hacía cada vez más y más punzante. Oí un ruido metálico a lo lejos, así que me levanté lo más rápido posible. Respiraba con dificultad, creí desfallecer. Ya no tenía la convicción de vagar por un sueño horrible y tenebroso, o, por el contrario, vivir una realidad.

Me propuse continuar. Calculé que aún faltaban unos tres pasos para llegar a mi destino. Respiré todo lo hondo que pude, pero mis pobres pulmones no podían acompañarme y empecé a toser. Eso me fue debilitando aún más. Sentí que en el momento más inoportuno me iba a desmoronar. Levanté la cabeza hacia esa cúpula que tantas veces contemplé fascinada, y pedí a Dios que no me hubieras escuchado. Conforme terminé mi acelerada plegaria, bajé la cabeza, serena y me propuse alcanzar el asfalto.

Para poder cruzar de la Plaza Central a la carretera había un pequeño puente de madera.  Por debajo cruzaba un río poco acaudalado, pero donde iba con mi familia a refrescarme cuando era pequeña. Era un camino precioso por el que muchas personas caminaban. A ambos lados de la pasarela había árboles frondosos. Se olía la humedad desde varios metros de distancia. Lo peculiar era que para ser un sendero que me evocaba recuerdos tan bonitos, atravesarlo se me hizo interminable. Lo crucé, desgarrándome la planta de los pies con la madera astillada y ajada por los años. Tenía ganas de echarme a llorar, pero mi cabeza se mantuvo firme, llorar solo me dejaría aún más débil, y yo me sentía exhausta.

De pronto vi a los lejos unos faros acercarse. Sonreí, ¡estaba salvada! Me coloqué en el centro, esperando que el conductor me viera. Cada vez se acercaba más, y me entró pánico. ¿Ese era mi final? ¿Morir atropellada, después de haber escapado de ti? Los focos penetraban en mis pupilas, tanto, que no podía siquiera mirar. Por pura intuición me tapé los ojos con mi antebrazo izquierdo. La luz era cegadora. No quería descubrir el rostro de quién probablemente me quitaría la vida por descuido. Y de repente, oí un chirriar intenso, me había visto. Se bajaría del coche y me llevaría al hospital. Tenía fe en recuperarme.

El conductor o conductora permaneció en el vehículo. Fui bajando despacio el brazo hasta dejarlo a la altura de mi cadera. Me fui acercando, arrastrando las piernas como si estuviera inerte. ¿Acaso era un fantasma? ¿Existía realmente? ¿Tan sólo era mi imaginación?, o ¿Una desafortunada pesadilla? Me aposté junto al retrovisor, mientras la ventana iba bajando. Dentro había un hombrecillo mayor, con gafas, que permanecía con la boca abierta, sin a penas pestañear. Su mirada penetró en mis ojos. Permanecimos unos instantes en silencio sepulcral aunque para mí fue una eternidad. Dejó de observarme. Giró su cabeza leventemente hacia mi izquierda, y sin poder articular palabra, pisó el acelerador a fondo y desapareció en la penumbra. No me hizo falta volverme, sabía que estabas detrás. No me dio tiempo ni a asimilarlo cuando sentí un gran golpe en la cabeza. 

Desperté más tarde, quizá fueron horas, quizá minutos.  Notaba la boca ferrosa y un aroma a tierra fresca rozaba mi nariz. Fui parpadeando lentamente, con un esfuerzo sobrehumano, percibiendo un ligero murmullo a lejos. Era tu voz. Mi sangré se heló, balbuceabas algo sin sentido. Tu voz sonaba vidriosa, como si estuvieras borracho. Entonces te vislumbré en lo alto de una fosa, sentado en una vieja silla. En ese preciso momento, lo entendí, habías cavado para mí. Ese era mi final, mi vida estaba en tus manos. Tu decisión era enterrarme.

Te vi llorar como un niño, durante largo rato. Respeté tu silencio, hasta que empezaste a hablar:

- No era tu lugar. No deberías haber estado allí. El acuerdo con Fabio era algo meramente comercial, los dos solos. Yo le daba a la chica y él la vendería al mejor postor. Necesitaba dinero para poder traer a mi hija de vuelta conmigo. Cuando toda la transacción estaba prácticamente liquidada, percibí un olor de mujer, pero no era de la esclava. Olía a ropa limpia secada al sol. Me giré, y te vi correr hacia el coche. No tenía tiempo de ocuparme de ti, así que apunté tu matrícula mentalmente y seguí con lo que tenía que hacer. Él me lo dejó claro, -sin cabos sueltos-. Tardé tres meses en dar contigo. Es lo que había venido a hacer, cortar el cabo y desprenderme de él para siempre. Espero que mi hija nunca llegue a enterarse de esto, porque me odiaría por ello. Si hubiera acertado con el cuchillo no hubiéramos tenido que llegar hasta aquí, pero quisiste pelear. Hubiera preferido que fuera más sencillo.

Atisbé una botella, podría ser de bourbon. Y el reflejo de una pistola que tamboriléo en tus dedos.

-Mi niña o tú -dijiste-. Tomé una decisión.

Sentí una gota caliente rodar por mi frente. 

Todo se volvió oscuro.

22 de julio de 2015

Amistad interrumpida



Éramos muy amigos. Mamá siempre decía que era muy importante tener por lo menos un amigo. Y yo lo tenía. Se llamaba Luis, pero como era muy bajito, yo me metía con él y le llamaba Sito (de Luisito). Lo hacía para fastidiarle, porque era mi amigo, pero sé que no le molestaba. No como los otros niños del cole, que le empujaban o le ponían la zancadilla para que tropezara, y se reían de él. Le decían que era una chica.

Sito era un año más pequeño que yo. Íbamos a la misma clase. Las matemáticas se le daban muy mal, pero le gustaba mucho la gimnasia. Su mamá siempre le reñía y le decía:
- Luis, hijo, que de bailar no se come, pero de los números sí. Primero estudias y luego ensayas.

No lo entendí. ¿En su casa le hacían sopas de números? Mi mamá me ponía sopas de estrellitas, pero de números no. Pero para que no creyeran que era una tonta, no se lo pregunté a nadie.

Mamá me dijo que iba a apuntarme a clases de gimnasia rítmica. La verdad es que no me gustaba, yo prefería quedarme en el jardín leyendo "Alicia en el país de las maravillas", pero mamá pensaba distinto.

- Nuria, te he apuntado a clases de gimnasia rítmica. Martes y jueves después de salir del cole.
- Pero mamá, eso no me gusta. Prefiero quedarme aquí. (-como si tuviera alguna posibilidad...)
- Te he dicho que vas, y punto. Ya es hora de que empieces a hacer amigas, y no estar todo el día pegada a Luis, que es un raro.
- Sí, mamá. - contesté.

¿Por qué mi mamá decía que Luis era un raro? A él le gustaba la gimnasia, y a mí no. ¡Qué injusto!

Luis, por su parte, había dicho a su madre que quería apuntarse a gimnasia rítmica, con otras niñas y conmigo. Su madre le dijo que lo pensaría, que lo hablaría con su papá. Así que se fue a hacer los deberes de matemáticas super contento (aunque yo sé que las odiaba). Entonces oyó hablar a sus padres, muy fuerte.

- ¿Cómo va a ir el niño a gimnasia de esas? ¿Qué quieres? ¿Que se rían de él? ¿De nosotros? ¡¡¡Eso es de marica!!! -gritó.
- ¡No digas eso! Si quiere hacer gimnasia, que haga. Si quiere bailar, que baile. No seré yo quién se lo impida. - contestó su madre.

La semana siguiente estábamos los dos con los maillots puestos, muy nerviosos y con mucha vergüenza. Las otras niñas cuchicheaban entre ellas, pero a nosotros nos daba igual, porque estábamos los dos juntos. Eran unas tontas.

Yo me caía todo el rato. Llegaba a casa enfadada, con ganas de tirar el maillot por la ventana y que se lo comiera Flurri, mi perro. Pero a Sito cada día se le daba mejor, hacía unas volteretas que hasta la profesora se quedaba con la boca abierta, y le decía que lo hacía muy muy bien, que sería una estrella. Eso no me gustó, porque no sé cómo podría viajar al cielo a verle.

A final de curso, teníamos que hacer una demostración de lo que habíamos aprendido, de una en una. A mí me tocó la tercera. Me salió fatal. Se me enganchó la cinta en el pie y casi me caigo. Miré a mamá que estaba en la última fila con papá, y me sonrieron. Aunque tenía cara de llorar. ¿Le habría pasado algo? Me distraje pensándolo, cuando se acabó la canción. Me fui corriendo al vestuario. 

Siguieron saliendo el resto de las niñas, y el último era Sito. ¡Lo hizo de maravilla! Todo el mundo se levantó cuando terminó y le aplaudió, mucho rato. Había mucho ruido en la sala. Me di cuenta de que tenía cara de triste, y no entendía por qué. Miraba hacia la izquierda, donde estaban su mamá y su papá. Su mamá estaba de pie también llorando y aplaudiendo, pero su papá estaba sentado y se tapaba la frente con la mano. ¿Se habría muerto la abuela de Sito? Sería eso, su padre estaría triste. Luego se lo preguntaré -pensé.

Cuando salimos del teatro del colegio, fui corriendo hacia Sito, para darle un abrazo y felicitarle por lo bien que lo había hecho. Pero su papá se puso delante, me agarró de la muñeca y me dijo:

- Todo esto es por tu culpa. ¿Estás contenta, Nuria? Luis es una chicaza, como tú. Nos vamos a ir de aquí, donde no nos conozcan y Luis empezará en un colegio nuevo. Adiós.

No entendí nada. Sito y yo nos quedamos mirando, muy tristes. Su papá no nos dejó despedirnos.

Nunca nos volvimos a ver.


21 de julio de 2015

Historias entrelazadas



Un mismo tren, dos vagones, dos mujeres, dos destinos.



Nieves, 45 años, funcionaria, madre, abuela y esposa. Cartera de vocación, y viajera de pasión. 

Me escapo a Pamplona, a pasear por la zona histórica y recorrer todas sus callejuelas, empapándome de sus rinconces, de su historia, de su gente. Paso el día caminando sin parar. He decidido tomarme unas mini-vacaciones para mí, para reflexionar, y para viajar, que es lo que más me satisface, lo que me evade de todo lo que amo y a su vez lo que me ahoga, mi familia y mi trabajo. 

De pronto mi paz se interrumpe por la llamada de Antonio, un amigo gallego con el que coincidí en una convención hace muchos años. Desde el momento que nos conocimos supimos que nuestra amistad no se rompería a pesar de la distancia o las obligaciones de cada uno. Charlamos durante un rato, y le cuento que estoy disfrutando de unas de mis excursiones, esta vez en Pamplona. Y me dice:
- Cómprate un billete de tren y vente para Vigo.

Ni lo pienso, me voy directa a la estación, a la ventanilla, y lo hago. El siguiente tren sale en una hora, lo justo para tomar algo rápido para comer y apearme. 

Mi vagón va casi vacío, por lo que disfruto del paisaje, de la paz y me adentro en mis pensamientos. Quizá durante un par de horas, algo más, permanezco sumida en mis divagaciones.

Un aviso por megafonía interrumpe mi calma, estamos llegando a Santander. Aprovecho para acercarme a la cafetería y tomar una infusión. Cuando justo me dispongo a coger el único taburete que queda libre en la barra, llega una mujer, y hace lo mismo. Nos miramos y nos reímos, al mismo tiempo. Siento que tenemos un vínculo, que la complicidad flota en nuestro ambiente, como si nos conociéramos de toda la vida. No sé si ella percibe lo mismo que yo, pero me dice si podemos sentarnos juntas en una mesa que queda libre en una de las esquinas de la cafetería, junto a la ventana. Accedo.

Empezamos a hablar. Ella, Alejandra, 47 años, mexicana de nacionalidad, estudiante universitaria de arte y viajera de alma como yo.  Su destino es Coruña, se dirige a una reunión con un artista retirado que quiere enseñarle sus obras.

Nos contamos nuestras vidas de forma resumida. No sé por qué, pero me cuesta menos contarle mis rutinas a una desconocida que a mis propios amigos. Y ella hace lo mismo. Al cabo de una hora aproximádamente, mi infusión y su café continúan intactos encima de la mesa, fríos, apagados.  

De pronto me comenta que una de sus profesoras le ha recomendado que vaya a visitar Bilbao, que le ayudará a desgranar fácilmente los entresijos del arte contemporáneo. Sin embargo, no conoce nada ni a nadie que le pueda orientar. 
- ¡Qué casualidad! ¡Yo estudié en Bilbao! -le digo-.


Por lo que le prometo que mientras continuamos con el viaje, le haré un resumen de lugares imprescindibles para visitar, esquematizado en cuatro días, los que tiene disponibles para recorrer la ciudad.

Estamos llegando a Orense, lo sé porque he hecho ese recorrido a Vigo en numerosas ocasiones. Intento cruzar al siguiente vagón, donde me espera Alejandra, pero la puerta no se abre, está bloqueada. Voy hacia el final de mi vagón, intento cruzar a otro, pero tampoco se puede. Los nervios me invaden. Me he comprometido con ella, pensará que no quiero ayudarla. De pronto noto un golpe peculiar, y escucho un "clic" profundo. ¡No me acordaba! Al llegar a Orense, los vagones se separan, nuestros destinos se separan. Me recorre una sensación de pesar y me entristezco.

Al llegar a Vigo, busco desaforada al acomodador del tren, y con lágrimas en mis ojos le cuento lo ocurrido.
- Tranquilícese, señora. Si usted quiere puede darme la nota para su amiga, yo se la facilitaré al conductor de ese tren mañana, porque coincidiremos en Lugo para un cambio de estación. Y seguro que conseguimos hacérsela llegar.

Gracias a Dios, aún queda gente solidaria, que ayuda solo por el hecho de ayudar, sin conseguir nada a cambio. Lamentablemente, en los tiempos que corren, especies en extinción.

Se la cedo, pero antes apunto mi dirección de correo electrónico, y añado un "Me encantó conocerte". 

Según salgo de la estación, ahí está Antonio esperándome. Nos abrazamos, y le cuento mi historia. Paso dos días con él, paseamos, hablamos, reímos, lloramos, pero mi mente sigue en Alejandra. ¿Habrá podido abrir mi nota?. ¿El acomodador habrá sido capaz de localizarla y entregársela?


Dos semanas más tarde, recibo un correo de una dirección desconocida. Al abrirla, está vacía, sin firmar. Pero lleva un correo adjunto. Me planteo eliminarlo (quizá sea spam - pienso), pero algo me dice que he que abrirlo. Solo hay una foto. En ella está Alejandra en la entrada del Guggenheim.

No dejo de sonreír.
Lo conseguí.


20 de julio de 2015

ESCAPARÉ DE TI (Parte I)



No sabía que dirección tomar, en medio de la noche todos los caminos me parecían iguales, negros, oscuros, tenebrosos. 

Eché a correr calle abajo, patinándome con la lluvia bajo mis pies descalzos. Me asustaba de mi propia sombra, y emitía pequeños gritos cortos, ahogados. No podía dejar de correr, obligaba a mi cerebro a no pensar, a seguir actuando, rápido. Necesitaba alcanzar la carretera lo antes posible, que algún coche me rescatara, me recogiera y me llevara al hospital, bien lejos de allí. 

La herida cada vez sangraba más, y yo respiraba con mayor dificultad. Me relajé durante unos segundos, intentado llenar mis pulmones de oxígeno para poder continuar.

De pronto me puse en alerta, el sonido de un ligero chapoteo venía por el callejón de mi izquierda. Eras tú, lo intuía. Mis cinco sentidos se programaron a la vez. El miedo recorría mi cuerpo. Tenía que ir por otro sitio, si dabas conmigo sería el fin. El dolor de mi vientre era insoportable, tenía náuseas, y un incipiente dolor de cabeza, de frente, de espalda, de alma. Estaba herida en cada parte de mi ser. Cómo pudiste ser capaz de hacerme aquello.

Levanté la cabeza hacia el cielo nocturno, cerré los ojos, respiré con fuerza y tiré calle abajo. Alcanzaría la carretera, tenía fe ciega en mí misma. Recorrí alrededor de veinte metros eternos, hasta que vi al final de la calle la luz tenue de una farola. Estaba en la Plaza Central. Sonreí. Al hacerlo fue como si me clavaran de nuevo el puñal en el vientre. Moví ligeramente las manos y vi que la herida era muy profunda. Mi líquido rojo caía con más fuerza, patinando por mi vestido sucio y mis piernas hasta salir entre mis dedos de los pies. Continúa -me dije a mí misma-, solo unos metros más.

Avancé despacio, porque no sabía qué me podría encontrar. Aparentemente todo estaba en calma. No podía oir nada a penas, porque la tormenta estaba descargando con furia, y el agua caía a raudales por las alcantarillas, emitiendo un rugido feroz. Cruzar la plaza no era una buena idea, seguro que estarías en alguna esquina vigilando, esperándome. 

Pegué mi espalda a la pared del primer edificio que había a mi izquierda, y fui arrastrando mi cuerpo despacito. Me fallaban las piernas, el equilibrio, las fuerzas. Mi cuerpo quería rendirse, pero no era el momento de abandonar. Prefiero morir atropellada que con tus propios dedos en mi garganta. 

No me dejaré atrapar.

........................... (Continuará) .........................................................................


17 de julio de 2015

aLmAs vIaJeRaS



PARAÍSOS NATURALES


Nuestro espíritu viajero a veces nos incita a echar a volar, preparar una maleta con lo justo y escaparnos, ya sea con una preparación meticulosa, o los fabulosos viajes improvisados. Ambas opciones son estupendas dependiendo del momento.

Hay lugares que nos maravillan, nos dejan con la boca abierta, nos hacen estremecer. Hay muchísimos lugares preciosos, con encanto, auténticos paraísos, ya sea en nuestro país o en otro. 
Uno de los míos es:

ISLAS CÍES


Un lugar para soñar, para perderse, para dejarse llevar por la tranquilidad.
Con varias playas de arena blanca muy muy fina, el agua casi transparente, su zona montañosa para pasear, el faro para imaginarse mil historias y todo ese mar alrededor para evadirse. 

Una imagen vale más que mil palabras.


¿Dónde están?


En la provincia de Pontevedra, Galicia. Pertenecen a Vigo.
Son tres islas, San Martiño, O Faro y Monte Agudo; juntas forman el Archipiélago de Cíes.

¿Cómo llegar a las islas?

Se puede coger el barco desde Vigo, Baiona o Cangas.

¿Se puede pernoctar?


Sí, en el Camping Islas Cíes. Os dejo el enlace aquí.
Podéis llevaros vuestra propia tienda o, (y esto os lo aconsejo), alquilarla allí. A mí me resultó muy incómodo tener que llevarme en el barco tienda, nevera, ropa, comida.... para tres días. Vale la pena alquilarlo.
Hay que reservar con antelación en la temporada de verano, porque las plazas están muy limitadas.
(La acampada libre no está permitida)

¿Hay establecimientos comerciales?

Sí, varios restaurantes y el supermercado del camping que vende prácticamente de todo.


* Para más información, podéis consultar aquí *




Este es uno de mis lugares favoritos, os lo recomiendo. ¿Lo conocéis? Lo cierto es que toda la provincia gallega es espectacularmente bella, pero para mí las Cíes son mágicas.



Si puedierais escaparos ahora mismo, ¿dónde os iríais?












15 de julio de 2015

Última carta



<< (Permite que me tome la libertad de poner en mi boca en forma de palabras, los sentimientos que te ahogan el alma) >>



Quítame estre lastre, no puedo avanzar con tu recuerdo a la espalda.

Sabes que te amé con cada poro de mi piel y saboreé cada beso que me diste. Mi corazón latió fuerte con cada caricia que me brindaste, mis oídos se deleitaron con cada palabra que pronunciaste. Sin embargo, todo este amor no fue suficiente. Nuestra relación no pudo sostenerse.

Cuando te necesité, no me escuchaste. Quisiste entenderme cuando no fuiste capaz de comprenderme.

Fui la protagonista de tu historia, nunca llegó a ser nuestra.

Pusimos tierra de por medio, tomando caminos separados.

Tuve que aprender a vivir sin ti, a navegar sin ti, como si fuera un naúfrago a la deriva. Perdí la cordura, me dejé llevar donde nadie podía rescatarme. 

Y la orilla estaba cada vez más lejos....

Ahora busco volver a enamorarme. Necesito redescubrir la sensación de sentirse amada, reconocida. 
El destino me regala la oportunidad de hacerlo, mas no puedo continuar adelante si sigo viviendo de tus recuerdos.
 Ayúdame con este tormento.

Ruego a Dios que me dé fuerza para bloquearte en mi mente, en mis pensamientos, a un lugar seguro. Me niego a olvidarlos porque me hicieron crecer.

Devuélveme la capacidad de amar, de compartir el calor de mis brazos con quien sí tiene algo que ofrecerme.

Ya no soy tu marioneta. Empieza el primer acto en el escenario de mi vida, y tú no estás en él.

Aunque en cierto modo siempre seré tuya, ahora necesito pertenecer a otro alguien.

Estas serán las últimas palabras que te dedique.

Olvídame.

Déjame intentarlo.


<< (Dedicado a esa persona que busca reencontrar el amor. Sal a flote, ya no estás perdida) >>


14 de julio de 2015

¡SE LLEVA!



Verano, calor, playa, sol, ganas de vacaciones, de desconectar de las obligaciones y, por consiguiente, de movernos pero al ritmo que nosotros mismos queramos marcar. 


Para los amantes del ejercicio físico, los deportes más comunes se convierten en un verdadero suplicio debido a las altas temperaturas. 


Sin embargo, cuando estás acostumbrado a una vida sana y equilibrada, con el esfuerzo que conlleva, no entra en consideración renunciar a hacer deporte, a pesar de que no apetezca especialmente con taaaanto calor.


Es aquí donde gana protagonismo el DEPORTE ACUÁTICO de moda, el PADDLE SURF o STAND UP PADDLE (nos podemos referir a él por ambas opciones), que cada día va ganando más adeptos.


¿En qué consiste?


Consiste en desplazarse por el agua con la ayuda de un remo, mientras se permanece subido a una tabla de surf. Tiene sus orígenes en la Polinesia. 
A diferencia con el Surf habitual, no necesita de una ola, por lo que se puede practicar en el mar, en un lago, o en un río, entre otros.
Se conoce también como SURF DE REMO.



Resulta muy beneficioso para la salud, haciendo un completo ejercicio cardiovascular, además de reforzar, casi sin darse cuenta, los músculos del CORE, mejorando la estabilidad, el equilibrio, así como la fuerza de nuestro tronco superior. 
Las calorías que se consuman dependerán del ritmo que se utilice al remar.

Aquí os dejo un enlace con unos cuantos consejos sobre técnica de la mano de Decathlon.


Lo cierto es que nunca lo he practicado, porque me siento muy torpe en todo tipo de deportes en los que influya el equilibrio (aunque en este caso mi blog carezca de sentido, jiji). 
El surf me gusta admirarlo, pero jamás he cogido una tabla ni lo he intentado. Sin embargo, parece que el SUP (Stand Up Paddle) sea muy divertido y más sencillo, al menos visto desde fuera del agua.

¡Prometo vídeo si lo consigo!


¿Lo habéis practicado alguna vez?
¿Os animaríais?





13 de julio de 2015

Los lunes al sol



Al sol, en la sombra o en las tinieblas, pero los lunes, lunes son.






Los odiamos. Pero, ¿quién inventó este día de la semana? Es una rotura de paz en toda regla. Lamentablemente, existen y hay que sobrellevarlos lo mejor posible.



Hay tres cosas que no perdono antes de salir de casa en lunes, mis "must":


  1. Tomar un café super cargado (no apto para cardíacos). Preferiblemente, doble. Sin esto, no hay gasolina para que el motor se ponga en marcha. Sumado a un zumito con muchas vitaminas, empieza a sonar el "brum-brum".
  2. Una canción, esa canción, que hace la función de despertador. Da igual el género, todos tenemos una que nos revitaliza y nos energiza. Y parece que escucharla hace que afrontemos el ritmo con más humor. Ya si es bailable, los efectos se multiplican.
  3. Corrector de ojeras. Usar una capa como si hubiera que aplicarlo con espátula. Da lo mismo si el fin de semana ha sido relajado, que te levantas de la cama con cara de "grogui", o si has tenido "traca", que te levantas con cara de "Ultratumba". Los efectos en las ojeras son casi los mismos.



A partir de esto, se puede mínimamente empezar a funcionar. 

Evidentemente, hay algo que supera a esto: que se termine la jornada laboral. En mi reloj marcan las 8 de la tarde, que es mi hora, y me pega un ataque de risa, quizá porque he conseguido vencer a ese lunes de la semana, y ya quedan seis días más de calma aparente.


¿Cómo ganas a tus lunes?

¿Cuál es tu imprescindible para superarlo?

12 de julio de 2015

Shhhhh..... Silencio



...  MÁS BAJITO ...



Nos despertamos con la alarma del teléfono (ruido), nos preparamos el desayuno: exprimidor, cafetera, tostador, etc (todo ruido); nos duchamos, salimos a la calle y ahí comienza el alboroto: bocinas pitando por el tráfico; gritos, silbidos; autobuses, trenes o metros atestados de gente, móviles sonando sin parar... (Más ruido) 
Notificaciones de whatsapp, redes sociales o correos electrónicos a volumen máximo, llamadas laborales a primera hora de la mañana cuando aún no tenemos capacidad de reacción, y para rematar, y esto es algo que no comprendo, chaval@s escuchando la música desde su teléfono SIN AURICULARES. 

¿Desde cuándo sucede esto? 
¿Por qué si tú quieres escuchar TU MÚSICA, insisto, la que te gusta A TI, nos obligas a los demás a tener que oírla? 
¿Está de moda no llevar auriculares?


Sala de espera de urgencias de un hospital, rodeada de carteles en los que se lee perfectamente:


 " PONGA SU TELÉFONO MÓVIL EN SILENCIO
   PARA NO MOLESTAR A LOS ENFERMOS"

Además de este símbolo:



Con todos los letreros rodeándonos, ¿por qué siguen sonando llamadas, y, lo que es peor, sonidos de letras al escribir, y pitidos molestos de notificaciones?
Ruido, ruido, ruido....


¿Lo hacemos por ir contracorriente?
¿Por saltarnos las normas?, ¿simplemente por el hecho de molestar?
 ¿Ya no se considera una falta de respeto?


Como desencadenante, estamos estresados y enfadados, y vivimos de forma caótica, no solo provocando malas sensaciones a la gente que nos rodea, también a nosotros mismos.

Yo necesito un ratito de silencio, ¿y tú?